viernes, 2 de marzo de 2018

DOS POEMAS DE CLAUDIO RODRÍGUEZ


Como si nunca hubiera sido mía...

Como si nunca hubiera sido mía,
dad al aire mi voz y que en el aire
sea de todos y la sepan todos
igual que una mañana o una tarde.
Ni a la rama tan sólo abril acude
ni el agua espera sólo el estiaje.
¿Quién podrá decir que es suyo el viento,
suya la luz, el canto de las aves
en el que esplende la estación, más cuando
llega la noche y en los chopos arde
tan peligrosamente retenida?
¡Que todo acabe aquí, que todo acabe
de una vez para siempre! La flor vive
tan bella porque vive poco tiempo
y, sin embargo, cómo se da, unánime,
dejando de ser flor y convirtiéndose
en ímpetu de entrega.  Invierno, aunque
no esté detrás la primavera, saca
fuera de mí lo mío y hazme parte,
inútil polen que se pierde en tierra
pero ha sido de todos y de nadie.
Sobre el abierto páramo, el relente
es pinar en el pino, aire en el aire,
relente sólo para mí sequía.
Sobre la voz que va excavando un cauce
qué sacrilegio éste del cuerpo, éste
de no poder ser hostia para darse



Un viento

Dejad que el viento me traspase el cuerpo
y lo ilumine. Viento sur, salino,
muy soleado y muy recién lavado
de intimidad y redención, y de
impaciencia. Entra, entra en mi lumbre,
ábreme ese camino
nunca sabido: el de la claridad.
Suena con sed de espacio,
viento de junio, tan intenso y libre
que la respiración, que ahora es deseo
me salve. Ven
conocimiento mío, a través de
tanta materia deslumbrada por tu honda gracia.
Cuán a fondo me asaltas y me enseñas
a vivir, a olvidar,
tú, con tu clara música.
Y cómo alzas mi vida
muy silenciosamente
muy de mañana y amorosamente
con esa puerta luminosa y cierta
que se me abre serena
porque contigo no me importa nunca
que algo me nuble el alma.


Nació en Zamora, en 1934.Licenciado en Filología Romántica por la Universidad de Madrid, fue lector de español en las Universidades de Nottingham y Cambridge entre 1958 y 1964. Esta circunstancia le permitió conocer a los románticos ingleses  y a Dylan Thomas, quien fue fundamental en su formación como poeta.

Antes de cumplir los veinte años, en 1953, obtuvo el premio «Adonais», al que siguieron luego el premio  «Nacional de la Crítica», el «Nacional de Literatura» el de «Letras de Castilla y León», el «Premio Nacional de Poesía»,  el «Príncipe Asturias de las Letras», y el «Reina Sofía Iberoamericana».

En 1987 fue elegido miembro de número de la Real Academia Española de la Lengua para ocupar el sillón I,  sustituyendo a Gerardo Diego. Fue nombrado Hijo Predilecto de la Ciudad de Zamora en 1989. De vuelta en España, ejerció la docencia en diferentes centros universitarios.

Elaboraba sus textos con una minuciosidad artesanal y, en esa búsqueda de la palabra exacta, desentrañaba de la naturaleza sus recovecos para elegir la palabra justa. Su obra ha sido definida como de pura exaltación del gozo en el contacto con la vida y los paisajes del mundo campesino. Falleció en Madrid, en 1999

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